-- Malabares (Estopa) --
Preciós...
"La risa nos proporciona inmortalidad"
HELENA GARCIA MELERO
En el DNI es Jaume Mateu, pero todos le conocemos como Tortell Poltrona, el payaso tonto de la nariz roja que consigue hacer reír a los niños en lugares de conflicto y marginalidad. El próximo 25 de octubre, gracias a un acuerdo entre el Barça, su empresa Circ Cric y la organización Payasos sin Fronteras, que él fundó, viajará a Sierra Leona, uno de los países más pobres de África. Y allí actuará, una vez más, convencido de que todos podemos cambiar el mundo si nos lo proponemos. ¡Suerte, Tortell!
--Empezó usted repartiendo pasteles en la Foix de Sarrià.
--Sí. Mi tía abuela despachaba en la tienda y mi padre se encargaba de la contabilidad. Yo tenía que ayudar a llevar la bollería del horno a la pastelería y también repartía. Por ejemplo, muchas mañanas les llevaba los cruasanes del desayuno a la familia Suqué, del castillo de Peralada. Luego, con los años, he vuelto a su casa, pero en vez de entrar por la puerta de servicio, como entonces, me he dado el gustazo de entrar por la puerta de los señores.
--Y le daban buenas propinas, claro...
--Sí, sí... Pero nos hacía más ilusión repartir cestas y lotes en L'Hospitalet que en la Bonanova y Sarrià. En estos barrios ocurría que las familias recibían muchos lotes, y entonces no daban tanto. En cambio, en L'Hospitalet, como solo recibían una cesta al año, se volvían locos con las propinas.
--¿Lo del nombre de Tortell viene de aquella época, de la pastelería?
--En aquella época se ponían muchos sobrenombres. Por ejemplo, durante el franquismo, cuando hablábamos de una chica guapa decíamos que era un mineral, y si un tío era muy pesado le tachábamos de tortell, y de aquí vino el nombre del payaso que yo represento. Lo de Poltrona fue porque empezamos en la época de la transición e hicimos una parodia de los mítines electorales en una poltrona, y de ahí cogimos el nombre.
--¿Y fue entonces cuando aprendió a tirar pasteles a la cara?
--Sí, aprendí en la Foix, y el primer pastel que tiré fue en una representación de Els pastorets en el centro parroquial de Sarrià. Pero con el tiempo he aprendido que con espuma de afeitar es mucho mas práctico, tanto para quien lo tira como para quien lo recibe.
--¿Por qué decirle a alguien que es un payaso suena a insulto?
--Estamos en el límite de lo correcto e incorrecto, pero con los años me siento muy orgulloso de pertenecer a un colectivo comparable con los negros, los sudacas, los maricones... Toda una serie de gente de quien se utiliza el nombre de forma despectiva. La diferencia está en que yo cobro.
--Y... ¿cobra bien?
--Sí, cobro bien en dinero, pero sobre todo cobro con otra especie mucho mas importante, que son los ojitos y las sonrisas de los niños, y de los que ya no son tan niños.
--¿Sabemos reír?
--A veces... Creo que la risa nos proporciona inmortalidad. Cuando ríes, no te acuerdas de que eres un ser mortal y eso da momentos de eternidad.
--Pero el mundo está lleno de conflictos. Se quitan las ganas de reír.
--Nosotros mismos somos un conflicto, por ejemplo para África. Pero, por suerte, los niños de África también saben reír, porque tienen algo muy importante que es la esperanza.
--Incluso parece, cuando aquellos niños se ríen, que son más felices que los nuestros.
--Hay una frase cubana que está llena de razón. Dice: "Ustedes, los europeos, trabajan de cosas que no les gustan para comprar cosas que no precisan". Y eso se refleja también en los niños. Los nuestros tienen tantas cosas para jugar que al final no saben jugar.
--Y a usted, ¿qué le hace reír?
--A mí, la gente, la calle... pero sobre todo los grandes maestros son los niños, porque expresan sus sentimientos sin miedo. Eso, desgraciadamente, se acaba cuando se convierten en adultos y aprenden a decir mentiras. Entonces incluso son capaces de decir mentiras a las personas que más quieren. Aquí es donde el payaso natural muere y nace el adulto, que ya no sabe expresar sus sentimientos, ni disfrutar de la misma manera que cuando era niño.
--¿Usted dice muchas mentiras?
--No, porque se me nota enseguida.
--¿No ha aprendido a disimular?
--No, y esta es la diferencia entre el teatro y el circo. Quien hace teatro es capaz de convertir las mentiras en verdades; el circo convierte la verdad en mentira. Los malabaristas están volando por la pista y parece que aquello no es verdad, y es verdad.
--Y, en su caso, el payaso listo es su mujer.
--Sí, y dice mucho del papel que juegan las mujeres en la sociedad. De hecho, hace poco que la mujer ha entrado en el mundo del circo. Pero en el momento que la comicidad y el humor pase a ser algo también de las mujeres, el mundo será mejor.
--¿Qué supone para usted ponerse la nariz?
--Me transformo en otro personaje. Me hace resistir ante situaciones límite. Por ejemplo, en la quinta planta del Vall d'Hebron, en Oncología Infantil, o en Indonesia, tras el tsunami. Allí hicimos una actuación en un centro donde faltaban 800 de los 1.500 niños que iban a aquel colegio. Sin nariz no habría sido capaz de todo esto.