lunes, diciembre 26, 2005

El principio...

Antes era más fácil, mucho más fácil... tanto que se creía que no habría obstaculo que no pudiera superar de forma sencilla para conseguir su objetivo... un objetivo que no sabía por qué tenía que cumplir... simplemente lo hacía... no se lo había planteado, quizás por esa facilidad con la que lo conseguía día tras día.

Ahora le habían asignado la gente más difícil que había sobre la faz de la tierra. Había tratado con niños, mayores y jóvenes. Con todos ellos lo había conseguido en menos de 2 horas. Oía historias, leyendas urbanas de compañeros que tardaban meses e incluso años en poder hacerlo... siempre decía que tenía que ser mentira, que no podía ser, que cuando le llegara la hora a él marcaría una época, sería un referente.

Ahora se planteaba el por qué tenía que hacerlo, ¿no podía realizar una regresión y volver con la gente con la que había disfrutado tanto? Quién o qué le dirigía para que lo hiciera? Cuál era el objetivo? Es cierto que alguna vez había pensado que no siempre sería así, que tenía que haber gato encerrado... pero enseguida quitaba esa imagen de su cabeza, prefería seguir en su mundo fácil.

Se acercaba a la conclusión de que todo aquello había sido un entrenamiento y que ahora se tenía que centrar en su trabajo real. Lo de antes simplemente era como ir al colegio donde aprender poco a poco. Ahora se tenía que doctorar.

Por primera vez en todo este tiempo (¿cuánto?) tenía miedo al fracaso, a no conseguir su objetivo, a no ser capaz de alcanzar su cometido. ¿Cómo podría hacerlo?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Llega un momento en el que el mundo se hace pequeño... no tienes aspiraciones de imposible realización, ni contrariedades que te impidan vivir con alegría... hasta que un día, porque sí, las ilusiones que amañagábamos y nos ayudaban a crecer y a esperar, desaparecen porque las cosas no salen como las habíamos imaginado.

Jordi dijo...

No todos los días sale el sol, ni todos los días nos toca la lotería. No todos los días conocemos a gente maravillosa, ni todos los días los que nos quieren nos lo repiten.
Mi humilde receta: Vivir con pasión, pero sintiéndose vulnerable. Seguir creyendo en uno mismo, aunque el precipicio dé un mucho de vértigo. Sentirse libre, aunque las seguridades nos quieran enganchar los piés. Querer escuchar a palabras que sangren nuestros oídos. Saber llorar, aunque los otros te vean débil. Arriesgar a muerte, pese a que el miedo a perder sea tan grande.